La Difunta Correa

La Difunta Correa

En el transcurso del año 1835 un criollo de apellido Bustos fue reclutado en una leva
para las montoneras de Facundo Quiroga y llevado por la fuerza a La Rioja. Su mujer,
María Antonia Deolinda Correa, desesperada porque su esposo iba enfermo, tomó a su hijo
y siguió las huellas de la montonera.
Luego de mucho andar -cuenta la leyenda- y cuando estaba al borde de sus fuerzas, sedienta
y agotada, se dejó caer en la cima de un pequeño cerro. Unos arrieros que pasaron luego
por la zona, al ver animales de carroña que revoloteaban se acercaron al cerro y
encontraron a la madre muerta y al niño aún con vida, amamantándose de sus pechos.
Recogieron al niño, y dieron sepultura a la madre en las proximidades del Cementerio
Vallecito, en la cuesta de la sierra Pie de Palo.
Al conocerse la historia, comenzó la peregrinación de lugareños hasta la tumba de la
“difunta Correa”. Con el tiempo se levantó un oratorio en el que la gente
acercaba ofrendas.

Cuenta Roque Pichetto que “La difusión de sus
milagros ya tradicionales se ha extendido por todo San Juan: los poetas y cantores
populares le dedican sus coplas y canciones, los hombres de campo le piden protección
para sus cosechas, los arrieros, con quienes tiene una deuda, la consideran su protectora,
hacen sus peligrosos viajes a través de las serranías y quebradas bajo su amparo, las
madres que por su debilidad carecen del necesario alimento para sus pequeñuelos, elevan
sus oraciones fervientes a ella para que nutra sus pechos
escuálidos”
Alfredo Moffat afirma que este mito “constituye uno
de los casos más interesantes de las creencias populares, pues constituye un mito
ancestral indígena que no pudo ser reinterpretado por la Iglesia Católica debido a que
no existe ningún mito equivalente en la cultura occidental cristiana para que pueda ser
‘re-modelado’. Esto es debido a que la estructura del mito es la sobrevivencia de un niño
que mama los pechos de la muerta. Mamar de un cadáver, es decir tomar vida de la muerte,
no existe como estructura en la mitología occidental cristiana”.
“Por ejemplo la PACHAMAMA como el espíritu indio de la
madre tierra -agrega Moffat-, ha sido ‘remoldeado’ o reinterpretado por la Iglesia a
través de la figura de la Virgen María y toma los nombres de Virgen del Carmen, del
Valle, etc. según la región andina, pero en cambio la Difunta Correa sigue siendo
actualmente un santuario pagano”.

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